Una chica de largos y ondulados
cabellos, castaños, iba caminando hasta su instituto, bajo un cálido
sol veraniego. Intentaba no pensar en el tiempo que le quedaba por
terminar, que no paraba de reducirse a pesar de seguía sintiéndose
perdida. Desde pequeña solo había tenido un objetivo claro,
enfrentar su mayor miedo. Un objetivo que no podía cumplirse porque
el mencionarlo hacía pensar que ella estaba loca.
Solo había una cosa que Giannira
temiera más que nada en el mundo: El fuego. Parecía lógico, pero a
la chica que caminaba aquel día, ella, Giannira, la tenía
obsesionada. Quería superarlo. Lo necesitaba porque bajo ese miedo
se escondía una gran tragedia.
Hace años, cuando ella era una niña,
sus padres murieron en un incendio.
Y desde entonces cualquier cosa que
arde le provoca pavor. Es incapaz de reaccionar siquiera ante el
dolor de una quemadura, solo recuerda las llamas, los gritos, el
correr para librarse del fuego que calcinaba su edificio... Cuando
salió al exterior les suplicó a los bomberos que ayudaran a sus
padres, pero nada pudieron hacer. El edificio se derrumbó antes de
que les diera tiempo a sacarlos.
Nunca ha conseguido borrar el hecho de
su memoria, menos aquel deseo. No quiere la muerte, solo ser capaz de
reaccionar si algo se quema en su presencia. Es el mejor modo de
pasar página, superarlo todo, el miedo incluido. Lo que menos se
esperaba es que aquel día la clave para superar su miedo aparecería
ante sus ojos. Y esa clave tenía un nombre.
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